Hoy, en el bus, se subió una chica que me pareció un niño. Un niño gitano por cierto, con esa piel de color moreno característica y una cresta en el pelo el doble que la mía. Supe que era una mujer cuando vi esos bultos que llevaba debajo de la camisa, justo a la altura del pecho.
Se sentó a mi lado y por dentro reí de lo absurdo que a veces es el mundo, de sus peculiaridades y confusiones tontas. Es una chica un tanto extravagante como mínimo, y encima mayor que yo -pensé-, pero no un crío.
Y eso que, aún así, se puso a jugar al Mario Kart en su Nintendo DS.
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