Como de costumbre, el bus se retrasaba, y yo nervioso a pesar de ir con mucho tiempo de antelación al examen.
Subo, vale, y ahora toca sentarse. Con la inmensa fortuna de que sólo hay dos sitios libres y en uno de ellos hay una joven de más o menos mi edad. Al ver el asiento libre pensé: "Aleluya, por fin no me toca de compañero de viaje una vieja o un borracho de pelos destartalados".
Me acerqué y pregunté si estaba libre el sitio. Ella apartó un poco su bolso y con una sonrisa asintió. Cuando vi su preciosa cara me quedé anonadado. ¡Qué guapa era!
Me senté y tal y como había previsto, saqué los apuntes y me dispuse a repasar una última vez antes del examen. Pero sólo me dispuse, la chica me distraía. Su pelo era precioso, se antojaba ultrasuave. Y su piel morena (en estas épocas no se puede saber si natural o de muchas horas al sol en la playa) le daba un toque muy exótico. No iba escuchando música ni nada, sólo mirando por la ventana y quien sabe qué pensando. Yo la miraba disimuladamente. Ella también a mí, pero cuando uno de los dos movía la cabeza, el otro apartaba su mirada, preso de la vergüenza.
Tanto que si sí que si no, el bus se acercaba al final del trayecto (mi parada). Le hablé de nuevo para preguntarle si iba a bajar en la siguiente parada (un presentimiento). Ella me miró y sonriendo siempre me dijo "sí, sí". Así que me aparté un poco para dejarla pasar. Se despidió mirando atrás y diciendo "adiós" con la sonrisa aún en la cara. Mis dudas me hacían balancearme entre no creer cosas que no son claras y bajar a toda prisa del bus y hablarle de nuevo.
Finalmente me acobardé, inseguro de mi mismo y de lo que positivamente podía ser que pasase allí entre los dos. "Bueno, de todas formas tengo que estar centrado en el examen" -pensé-. Mentía, y cuando el autobús tomó la marcha me asomé por la ventana para contemplar cómo se me escapaba.
Pero entonces ocurrió. Ella se volvió de pronto también, y ambos cruzamos nuestras miradas durante 5 segundos. ¡Qué rabia me dió! De nada servía arrepentirse ya.
Sólo me prometí a mí mismo cambiar la historia si alguna vez nos volvíamos a encontrar.
Y aprendí la lección que había olvidado y debí aprender de la canción de Lax'n'Busto que dice "Llença't! que l'instant és únic i no es repetirá", aplicable a casi todo en la vida.
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