No me olvidéis.

Anoche, de pronto, me di cuenta de algo de lo que nadie querría darse cuenta. De lo pequeño, insignificante, y prescindible que soy.

Recuerdo, que publiqué esta misma frase en mi Twitter y la gente me decía "pues menuda autoestima que tienes". Pero eso no quita que si nos comparamos con la inmensidad del universo no sea una verdad como un templo, una realidad. No es cuestión de autoestima, no me estaba infravalorando, si no pretendía todo lo contrario. Que no me olvidéis. 

Todo esto surgió a partir de la pregunta que muchos se habrán hecho alguna vez en su vida: ¿Qué pasaría si yo no estuviera?

Y sus enésimas derivadas "¿Qué haría mi novia si me perdiera?" "¿Qué harían mis amigos si me distanciara?", etc. etc. etc.

Siempre te dicen que cuando alguien importante sale de tu vida, que la vida sigue, que se puede superar...

¿Y quién dijo que tenéis que superar mi pérdida? Yo digo que no. Que no me superéis, que no me olvidéis, pues ya sólo en vuestros recuerdos queda algo de mí.

No me olvidéis. 

No quiero ser pequeño. No quiero ser insignificante. Y mucho menos prescindible. Y sólo se me ocurre que lo pueda lograr adquiriendo méritos suficientes, y aún así no conseguiré traspasar esa barrera de la realidad, que nos condena a casi todos (excepto Newton, Mozart, Platón y estas gentes) a serlo.

No escribí libros en vida (de momento). Sólo este blog que, tal vez, cuando yo desaparezca, seguirá viviendo como un imagen mía perdida en el limbo de Internet.

Y así, lo que el pensadero era a Dumbledore en Harry Potter, este blog es a mí, y como él, hoy he extraído mis pensamientos, aquí. De momento es mi única vía para no caer en el olvido (e intentar superar la insignificancia).